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EN BLANCO Y NEGRO

FIBRAS NATURALES

 

Durante las últimas décadas, Paula Palacios ha realizado un largo y muy personal recorrido de investigación y aprendizaje en las artes visuales. En ese camino, su sensibilidad pictórica ha sido tutelada por las más diversas visiones: entre otras, la de Matías Movillo, Conchita Balmes, Claudia Hidalgo y Arturo Duclos, de quienes la artista ha ido recogiendo observaciones y enseñanzas que han fortalecido el desarrollo de su lenguaje visual.

 

Toda esa experiencia previa ha decantado en este conjunto de obras recientes, titulado “En negro y blanco”, en las que la artista se ha despojado de todo afán discursivo y exceso ornamental, inclinándose decididamente por la austeridad, y sobre todo por la confianza y el respeto por el material. Es así como, desde la humildad del pigmento blanco sobre el soporte negro, la artista ha continuado su persistente búsqueda de atravesar lo superfluo -del querer ver a través de la superficie- generando estas obras que bien podríamos denominar grafismos pictóricos biomórficos.

 

A pesar de la fascinación que le produce la realidad (en particular, las manifestaciones de la naturaleza y las expresiones visuales de las culturas del mundo), Paula ha resuelto dejar de pintar lo que ocurre a su alrededor -lo que pasa “afuera”- y se ha abocado más bien, aunque suene a paradoja, a pintar lo que pasa con la pintura misma. Con pasión y control, con intensidad y con calma, la artista conjuga la aparente contradicción que supone trabajar en un taller con una vista hermosa al paisaje, con un ejercicio que es ante todo introspectivo y que no necesita referencias del mundo exterior para existir. Estas imágenes constituyen, entonces, profundas reverberaciones de su –y nuestro- mundo interior.

 

En estas obras hay templanza, oficio y sabiduría en el manejo de la forma. Paula guía gentilmente los desplazamientos de la pintura, concediéndole la libertad suficiente al pigmento para depositarse en forma natural sobre el soporte. Lo de ella es un proceso meditativo, de desplazar el pincel con serenidad y permitir que se vayan desarrollando las cosas, sin nunca perder la atención a eso que va ocurriendo o a lo que la pintura va solicitando. Y que aparezca la casualidad (a veces inducida), el factor sorpresa, reconociendo o desconociendo aquello que va surgiendo libre y misteriosamente de la imagen, intentando trabajar como si fuese la primera vez, buscando la diferencia o dislocando lo ya conocido.

 

De un modo muy sutil, las obras en esta exposición nos recuerdan que pintar es, ante todo, darle apariencia y cuerpo al material; en este caso, componiendo una superficie de escritura, de escritura corporal translúcida.

 

En estas imágenes resulta crucial el ordenamiento de los elementos; en particular, algo que se ha convertido en uno de los objetivos más recurrentes dentro del arte abstracto actual: lograr la convivencia armónica entre lo orgánico y lo geométrico (o en términos musicales, entre lo rítmico y lo melódico), organizando las alternancias entre pasajes y pantallas, luces y sombras, transiciones y contrastes, transparencias y opacidades. Para esto, la artista recurre fundamentalmente a su intuición, a esa voz interna que la guía por los rumbos de su poética visual y que le va indicando qué es lo esencial.

 

Dependiendo de quien las contemple, estas imágenes pueden sugerir marcas, huellas o cicatrices de traumas físicos, cuerpos retorcidos y dolientes en la penumbra, o bien, muy por el contrario, pueden evocar seres alados, luminosos, celestiales y etéreos, dulces y suaves, una manifestación espectral de energías ocultas (aunque hay quienes han visto en estas obras varios otros asuntos: medusas, circuitos, algas, raíces, huesos, tejidos o fluidos corporales, vigas y andamiajes, luciérnagas y noctilucas, pupas, depósitos calcáreos, mapas topográficos, escáneres, quipus, intestinos, vendajes y momificaciones, anélidos y otros parásitos invertebrados).

 

Aunque las obras de Paula Palacios podrían emparentarse con una sensibilidad surrealista à la Max Ernst o Paul Klee, lo cierto es que su producción se ubica a medio camino entre muchos otros referentes artísticos, dentro de los cuales podrían mencionarse los fotogramas de Moholy-Nagy, Man Ray o Adam Fuss, las cianotipias tempranas de Susan Weil, las dramáticas anatomías de Marlene Dumas, o las investigaciones abstractas y gestuales de Brice Marden y Juan Uslé.

 

Saludamos entonces este trabajo reciente de Paula Palacios, quien continúa abriendo interrogantes e invitándonos a explorar caminos desde la contemplación. Eso sí, en esta nueva serie, tales exploraciones se llevan a cabo a tientas y en las sombras: meditación y crecimiento espiritual a través de la pintura, de una pintura que como bien señala la propia artista “busca capturar experiencias, emociones y sentimientos”.

Cristián Silva, septiembre 2019

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